Aprovechando lo reciente del taller de relojes de sol de las Jornadas de Puertas Abiertas, hoy de relojes va la cosa. Aunque se nota muy poco, más bien poquico, muchos habréis observado la existencia de un reloj de sol en la fachada de la Iglesia de Santiago que da a la plaza de igual nombre. Es más evidente es el que se encuentra justo sobre la puerta de la iglesia, cerca del primero y mucho más visible. Este aparente sinsentido, el tener dos relojes en la misma fachada, se debe a las pocas luces que tuvieron aquellos que diseñaron el primero.
Me refiero al que se nota poco, un reloj de sol que no tiene en cuenta al astro rey. Vamos que es como si al diseñar un coche se les olvidase colocar el motor.
Este tipo de relojes de sol consta de una superficie con marcas, para indicar las horas y una varilla, normalmente metálica conocida como gnomon (no, no me refiero a David y compañía), cuya sombra es proyectada sobre esta superficie indicando la hora del día a la que nos encontramos. A medida que avanza el día, y el sol recorre el cielo, la sombra se desplaza sobre las marcas.
GNOMON, no gnomo. |
Hasta ahí todo bien, el problema llega cuando nos olvidamos de que el sol sigue una determinada trayectoria con un ángulo respecto al reloj, es decir, que no seguirá el plano que contiene al reloj porque se te antoje a tí. Así, la sombra no tiene porqué variar de igual forma todo el día. La pared en la que se encuentra tiene una declinación de unos 48º hacia Levante, pero el listo que diseñó el reloj prefería que quedase bonito y simétrico, con igual separación entre las marcas de las horas.
Tan bonito como poco funcional |
Tampoco acertó al colocar el gnomon, pues parece que también por estética lo puso de forma perpendicular sin corregir el ángulo de incidencia del sol. Los villeneros tuvieron que esperar un siglo para que se construyese el segundo reloj, este ya correcto.
Al fin y al cabo, "genios" los hay en todas partes.