viernes, 7 de febrero de 2014

Un asunto de narices

"Van diciendo los de Yecla que somos los Orejones, qué dirían de nosotros si nos vieran los c..."
Tanto Orejón por allí y Orejón por allá, parece que en este pueblo sólo atendamos al apéndice del sentido de la audición. Sin embargo, todo villenero sabe muy bien (y por experiencia propia) que hay otro órgano de importancia muy superior, en especial los días de verano, con viento desde los cabezos. Sí, de narices va la cosa, porque el Muy Ilustre se ha gastado un pastón en un Olfatómetro.

-"¡Inf, inf! Em, uh, sí. Aroma cálido con ligero toque afrutado"

Ya pero... ¿Qué pijorra es eso, qué mide y pa qué?. Pues no es nada complicado. Ni es un complejo  y caro espectrómetro con sus correspondientes caras bases de datos (de tropecientasmil sustancia que hacen peste) ni tiene complicados sensores eléctricos ni es el maravilloso Olorímetro de Futurama, ni ná de ná. Sólo sirve pa diluir el aire.

-"Pues vaya pedazo de mi..."

Ojo, que esto sirve pa mucho. El aparatico funciona de la manera más simple y tonta del mundo: Un individuo se calza el cacharro en sus fosas nasales, cual altavoz para napias, y se pone a olfatear el aire. Parte del aire de fuera pasa tal cual a su pituitaria, pero la otra parte atraviesa un filtro de carbono, donde quedan fijas la mayor parte de "esas partículas jodeoras que hacen peste".


Regulando la entrada de aire filtrado con una rueda calibrada se puede controlar el grado de dilución del aire sin filtrar. Así se gira la rueda hasta que el señor que mide siente que la olor desaparece, siendo el numerico que indica la rueda el grado de dilución (dilución hasta el umbral).

                                               Volumen de aire filtrado
      D/T (dilution to threshold) = ------------------------------------
                                               Volumen de aire oloroso

Este índice nos da una idea de cuanta concentración de un determinado agente "aromático" hay en el ambiente. Pero, eso sí, no nos dice ná de quién es la molécula culpable. Para eso es necesario que el individuo que tenga tan grata labor de "oler pestes" sea todo una nariz experta en todo tipo de aromas y fragancias pestilentes. Al fin y al cabo el "detector" del aparato es un humano, pues se pretende medir una propiedad organoléptica del aire. De hecho, en E.E.U.U. hay personal preparado para "olfatear" posibles plantaciones de marihuana con este trasto. 

-"Sí, sí, ya... con el trasto ese, ¿eh? ¡Pillines!"

Sería mu complicao y costaría un pastizal tener un cacharro que mida la concentración de cada sustancia pestilente en el aire, por eso toca entrenar al personal local en temas que empleen este vocabulario:

Aroma a huevo podrido, Pedo mañanero, Cuesco-traca, Bufa con regalo, Cabra muerta, Cagaíca liebre, Truño de vaca, Recogedor de pastelones de caballo tras la Cabalgata, Fragancia a fiambre, Eau de compost, Lixiviados en Agosto, Olor a Villena... etc, etc, etc.

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