Pues resulta que el humor, la lengua y la cultura villenense acaba de sufrir un mazazo de los gordos, de los que duelen con ganas. Se nos ha ido Eustaquio Cabanes, el hombre, el autor, el siempre entrañable Jelipe.
Quedamos así huérfanos de su peculiar pluma en villenero, sus actaciones, sus mini-sainetes, sus críticas, su voz en la radio mientras suena de fondo la jota, sus textos, su prosa y su verso, su embajada cachonda y... por encima de todo, su archi-conocida incursión en el género de las "charraícas".
Porque era el autor y creador de "Cosas de mi pueblo", la popular sección de los boletines y revistas del Día 4, siendo el padre de ese par de ilustres criticones que todos llevamos muy adentro en la patata.
Ayer, de Jelipe y Antón, se nos fue Jelipe. Con él se va el último de los grandes autores en villenero, por lo que sería una pena que se acabara perdiendo. Que solo quedara el villenero como una mera curiosidad de la lingüística. No hay que dejar que caiga en la categoría de las lenguas muertas, por lo que hay que darle vidilla.
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Libricos de estos revalorizándose en 3... 2... 1... |
Y teniendo en cuenta que prácticamente ya no queda nadie que escriba en villenero...
Estamos apañaos, porque lo que hacemos aquí no es técnicamente villenero ni leches... Demasiada responsabilidad.
Pero al tema: Que los individuos de El Orejón nunca olvidarán las risicas y el sano descojone que causaban sus dejes, su puro acento y su rabiosa e inteligente crítica.
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¡Cuánta coña no habremos tenido con él en este blog! La de veces que lo habremos parodiado u homenajeado. |
Y como haría él... Bueno, él que pijorra diría... Yo qué sé, ¡Qué voy yo a saber! ¿Cómo acabar pudiera? Pos no le des más vuertas... Y tu dí... ¡DÍA CUATRO QUE JUERA!