La gente se agolpa a un lado y otro de la calle y rompe a aplaudir con entusiasmo cuando un grupo de hombres, todos uniformados y con un cabo al frente, aparecen bajando. Van todos de gastadores, con sus picos, palas y hachas. Lucen un mandil de cuero y muchos también una cuidada barba. Les siguen más bloques armados con trabucos de avancarga y marchan formalmente al ritmo que marca la banda. ¿Qué? ¿Creeís que se trata del Tito y su primer bloque de Moros Viejos? ¿Son acaso los Moricos Nuevos y sus pantaloncicos oscilantes? ¿O se trata más bien de los Marruecos, esos marciales "arrastraos"?
-"¿A que somos nosotros?¿A que sí?" |
Pues no, no y no. No son ninguna de las comparsas más viejunas del bando moro. Ni si quiera se trata de una momento de La Entrada, la Cabalgata o cualquier otro desfile. Por no ser, no tiene nada que ver con Villena. Esta escena, por familiar que nos parezca, no se da en Villena, sino en Irún o en Hondarribia (ese pueblo que toda la vida era Fuenterrabía), allá arribota, por el País Vasco.
-"Llevamos de cabo al Bolo... Digo al vasco... ¡Lo, lo, lo, lo, lo, lo, lo, lo!" |
Son las fiestas del Alarde, donde, como en Villena, abren desfile los bloques de gastadores, para seguirles más bloques de escuadras que, algunas, también van armadas con armas para pólvora. Incluso también acaban haciendo salvas de "arcabucería". Hasta el mismo cabo de escuadra lleva por gumía un señor serrucho, al igual que lo hiciera uno de nuestros cabos más memorables, el marrueco Manolo Díaz.
Mucha casualidad. |
Por no hablar que algunos hasta exhiben la reglamentaria barba postiza, tan típica de las fiestas villeneras de antaño. Las mujeres que desfilan lo hacen en condición de cantineras, como las que acompañaban a la comparsa del Bando Marroquí en el siglo XIX.
La explicación de tanta coincidencia se debe a que ambas fiestas tienen el mismo origen: los alardes o pases de revista militares de hace un par de siglos. Y la similar uniformidad corresponde a la de las distintas soldadescas de la época, que son el origen real de los desfiles de las fiestas de Moros y Crisitianos, mucho más que el rollo ese de "recreación de las batallas de la Reconquista" que se pregona desde modelos festeros como el alcoyano. Esto último se debía más bien a las comedias contrarreformistas como la Conversión o los actos de Embajadas, en cuyas guerrillas participaba la soldadesca (los pocos con autorización para disparar).
En mil ochocientos y pico los marruecos no eran tantos. Pero tenían cantineras. |
A ver si en algún aniversario gordo de esos que tocan casi anualmente, alguna comparsa o escuadra convence a peñica vasca de estos alardes norteños para verlos desfilar por la Corredera. Mala idea no es. Lo que sí que sería es una escena bastante curiosa. Ya que nuestro alcalde se llama Patxi... pues ya tenemos algo más en común con lo que convencerles.
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